Rosácea: lo que necesitas saber para cuidarla en cabina y en casa
Esta semana tengo un viaje muy especial: vuelvo a Girona para una formación con la asociación de esteticistas. Vamos a trabajar diagnóstico diferencial de tres alteraciones que vemos muchísimo en cabina: melasma, acné y rosácea. Y hoy quiero quedarme con esta última, porque cada vez es más frecuente en cabina y, si no se encauza a tiempo, termina generando mucho malestar en la piel y en la persona.
¿Qué es la rosácea y por qué “se enciende” tanto?
La rosácea es una alteración crónica con base vascular. Se manifiesta sobre todo en mejillas, nariz, frente y mentón. El signo que no falla es el enrojecimiento que aparece con facilidad y, con el tiempo provoca lesiones antiestéticas y problemáticas, telangiectasias (capilares marcados). Algunas pieles incluso pueden preserciar pápulas y pústulas, muchas veces confundidas con acné. Pero claramente no es lo mismo ni está provocado por el mismo problema. Y ahí empieza nuestro trabajo como profesionales: saber diferenciar para poder acompañar bien.
¿Por qué la cara? Porque es la zona con más capilares del cuerpo. Cualquier cosa que aumente el flujo sanguíneo o lo desregule se va a notar antes ahí. Si ese estímulo se repite, los vasitos se dañan y la piel se vuelve más reactiva.
A quién afecta más y cuándo
La rosácea aparece con más frecuencia en mujeres de fototipos bajos, sobre todo entre los 30 y 50 años. También influye el clima (fríos marcados, viento, cambios bruscos de temperatura) y, siempre, la genética: hay pieles que reaccionan más rápido y más fuerte.
Lo que puede activarla
Analizar síntomas es la clave y para determinarlos el secreto está en «escuchar» prestar atención máxima a lo que manifiesta el cliente. Las preguntas adecuadas lo cambian todo.
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Cambios de temperatura: entrar del frío al calor, duchas muy calientes, vapor.
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Sol y viento.
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Alcohol, picantes, a veces café.
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Ejercicio intenso sin control térmico.
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Estrés y falta de descanso.
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Cosméticos irritantes o astringentes.
A nivel interno, solemos ver dos actores que complican la situación: el Demodex (ácaro que prolifera cuando hay más sebo fluido en superficie) y desequilibrios digestivos donde bacterias como H. pylori pueden favorecer una inflamación de base que posteriormente se manifiesta en la piel.
Cómo diferenciarla (rápido y bien)
En la entrevista inicial, además de la observación con lupa, las preguntas son claves:
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¿Qué cosas la “encienden”o provocan ese enrojecimiento? ¿Comidas, alcohol, ejercicio, ducha caliente, sauna, estrés, sol, viento?
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¿Notas flushing que sube y baja?
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¿Ojo seco, arenilla o molestia ocular?
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¿Qué cosméticos te aplicas en casa y cómo los aplicas?
Con esto descarto eccemas y otros cuadros que pueden ser similares, pero no son lo mismo.
¿Se cura?
No. Y no pasa nada. Se gestiona. Una rosácea bien entendida puede mantenerse estable durante años si se evita lo que la activa, si protegemos la barrera y si somos constantes. La clave es intervenir pronto. Cuando ya hay formas fimatosas (esa textura “fresa”, sobre todo en nariz), el cambio estructural es difícil de revertir.
Qué hago en cabina
Mi objetivo es bajar inflamación, estabilizar la reactividad vascular y cuidar la barrera, sin agresiones.
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Higiene suave, sin fricción, con limpiador emulsionante y agua tibia.
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Calmar y drenar: funcionan muy bien combinaciones sencillas como gel de aloe vera con ampollas de centella asiática o ginkgo biloba. Trabajadas con ultrasonido pulsado y un drenaje suave desactivan la congestión.
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Modular lesiones cuando hay pápulas/pústulas: se puede introducir ácido azelaico a pH cercano al de la piel, de forma progresiva. Si hace falta apoyo médico, debemos derivar a un dermatólogo o incluso otra competencia médica si detectamos que el problema puede derivar por ejemplo de problemas digestivos.
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Mascarillas calmantes y reestructurantes.
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Fotoprotección siempre, recuerda que son pieles que están en constante inflamación, los mecanismos de proteección están hiperactivos y esto provoca hiperpigmentaciónes y otros problemas en la piel.
Qué recomiendo en casa
Sí:
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Limpiador emulsionante 1–2 veces al día, agua tibia y evitar frotar o irritar la piel.
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Hidratante que refuerce barrera (humectantes + lípidos fisiológicos).
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Protector solar alto todo el año.
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Introducir algún serum con azelaico poco a poco y si hay lesiones.
Evitar:
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Tónicos astringentes y productos con alcohol.
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Mentol, menta, alcanfor, eucalipto, hamamelis.
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Exfoliaciones agresivas y cepillos.
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Glicólico y AHA frutales a concentraciones o pH que irriten.
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Duchas muy calientes y vapor frecuente.
Cuándo derivo a dermatología
Cuando la rosácea es pápulo-pustulosa moderada o severa, si hay afectación ocular marcada, empeora rápido o sospecho de Demodex prominente. Muchas veces el tratamiento médico empieza por controlar el ácaro y acciones antibacterianas. Es un proceso lento y nosotras podemos acompañar desde la protección y cuidado de la piel.
Hábitos que ayudan de verdad
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Identificar y limitar hábitos personales que empeoran la afección.
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Hacer deporte con control térmico.
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Cuidar el sueño y gestionar el estrés.
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Observar la dieta: alcohol, café y picantes no afectan igual a todas, pero conviene probar y anotar.
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Protección solar diaria para evitar daño vascular y cambios estructurales.
La rosácea no es “una piel difícil”, es una piel que necesita dirección. Si entendemos qué la altera, si enseñamos rutinas realistas y si coordinamos cuando toca con dermatología, esa piel puede estar estable y cómoda.
Si tienes casos que te generen dudas, déjame los detalles. Ya sabes que me gusta bajarlo a la práctica: ¿qué veis en la lupa?, ¿cómo reacciona esa piel al calor?, ¿qué se está poniendo en casa? Veámoslo juntas y lo trabajamos con criterio.
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Y si quieres profundizar un poquito más, en mi canal de youtube he realizado un directo hablando sobre rosácea, puedes verlo a continuación: